EL FARAÓN QUE QUISO SER DIOS Y DIO FORMA AL MITO DE LOS ALIENÍGENAS EN EGIPTO
- multimediosnoticia
- 24 mar 2021
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Amenhotep IV obligó a los artistas de la época a que lo representaran más grande y majestuoso, como un dios. Sin quererlo, dio pie a una de las teorías de conspiración más populares del mundo.

El régimen teocrático perseveró durante milenios en el Antiguo Egipto. Pasaron eras faraónicas antes de que el arreglo jerárquico social que dominó en el Imperio se intentara sustituir por uno más quebradizo, que prontamente vio su ocaso. Amenhotep IV fue quien quiso llevar a cabo este cambio radical —y murió fracasando en el intento.
Un dios autoproclamado

Pocas emperatrices egipcias fueron tan famosas como Nefertiti. Se ganó un espacio en los anales de la Historia por haber desposado a Amenhotep IV para que, junto con él, pudiera llevar a cabo una revolución al interior de las élites en el poder del Imperio Egipcio.
Hace 3 mil 500 años, el suyo fue el imperio más esplendoroso, rico y prolífico en términos culturales y científicos de la Antigüedad. Para cristalizar este poderío económico, militar y científico en su reinado, Amenhotep IV intentó revolucionar el arte, la religión y las estructuras de poder que habían estado vigentes durante siglos.
Todo empezó con un cambio de identidad. En lugar de seguir con la tradición de faraones que habían llevado su mismo nombre, se nombró a sí mismo Akenatón: el único, el primero. A pesar de la tradición religiosa profundamente cimentada en su imperio, desdeñó a los demás dioses por privilegiar la figura de Ra, el dios del Sol.
Durante su mandato, el culto a Ra se instituyó como el oficial. Es más: para consolidar su poderío, se autoproclamó como un dios en vida. Obligó a sus súbditos a abandonar el culto a los demás dioses del panteón, instituyendo una religión monoteísta en su honor. Dirigentes posteriores describieron su administración como que “El país pasaba penurias; los dioses habían abandonado esta tierra“.
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